Nuestra despedida a Diego Armando Maradona
Buscando una lista de significados que rindan tributo a Maradona no pude encontrar ninguna en el alfabeto futbolero. Descartado ese vasto diccionario me sumergí en un océano más profundo, el humanista, pero allí tampoco hallé adjetivos, sustantivos, verbos, palabras que abarquen con precisión mis sentimientos. Tras navegar y por ratos naufragar en mi limitada enciclopedia mental llegué a las bahías de la cosmología, el único sitio donde estuve a gusto con el léxico y desde donde siento que debo empezar este intento de homenaje.
Creo que, si no pude dar antes con algún significado a la altura, la culpa también se la puede llevar ese sinsentido que es la muerte, y la forma en que a todo lo empaña. No sé bien qué vino primero, o qué pesó más, pero lo que sí es cierto es que pocas combinaciones de palabras verdaderas han cargado tanta tristeza como leer “Murió Diego Armando Maradona”.
Hablando con amigos, leyendo especialistas, abrazando familiares, cebando mates con mis lágrimas supe que nadie puede comprender este suceso, ni hacer una síntesis, ni verlo completamente. Muchos caen en trémulas comparaciones, oxidadas y faltas de sentido, otros en cambio, apelan a la sobredosis poética, como si el Diego necesitara de prosa para conmovernos.
Casi todas las reflexiones fueron, al menos, cortoplacistas, predecibles o mundanas. Muy pocas dignas de Maradona, pero sí, todas, muy sentidas. Sin más prólogo, arrancamos. Los invito a descubrir cada uno de los sucesos que tuvieron que pasar para que Diego se convierta en lo que finalmente fue, y como todo esto nos deja con la duda si él nació en este mundo o este mundo nació para él.
Origen
Hasta donde los científicos logran comprender el universo tiene 13.700 millones de años de existencia. El inicio fue el Big Bang, origen de todo esto, un punto ínfimo superdenso que se le dio por estallar comenzando una expansión sin precedentes en la que, además de toda la materia, también se crearían las leyes del tiempo y el espacio, las mismas que este humano de 166 cm se atrevería a desafiar.
Sin esta explosión, que nadie sabe bien de donde vino, ni estas leyes tan perfectamente complementadas, el mundo tal y como lo conocemos no sería posible, o de hecho, ningún mundo sería posible. Tras el Big Bang, con el paso de millones de años comenzaron a agruparse los primeros átomos que dieron origen a elementos que a su vez se agrupaban creando partículas, posibilitando finalmente la creación de estrellas y planetas.
Todas esas combinaciones puramente azarosas, aleatorias y únicas permitieron que, en una sola galaxia de entre 2.000 millones, exista un solo sistema solar de entre 300.000 millones y que justo este contenga 8 planetas de entre los 160.000 millones que existen y que 1 de esos 8 reúna todas las condiciones necesarias para albergar vida inteligente, al menos por el tiempo que nosotros estamos aquí. Ya hasta este punto parece improbable, a cualquiera que le contemos esta historia nos diría que es, al menos, una exageración, pero la aventura sigue.
Los puntos que se alinearon detrás del Astro son aún más descabellados, este planeta Tierra que se formó hace 4.500 millones de años primero fue una bola de fuego que hervía por encima de los 400 ºC y solo contenía una sopa de roca derretida, parecido a lo que hoy es Venus. Poco a poco, esta esfera geoide fue alejándose del sol, alcanzando temperaturas razonables, solidificando su superficie, preparando las condiciones para que la vida florezca. No fue hasta hace 500 millones de años que aparecieron las primeras formas de vida complejas, antes de eso solo había formas simples de vida, bacterias o células. Nadie sabe bien cómo ni por qué, estas estructuras comenzaron a formar organismos pluricelulares. Movidos por la evolución, en el fondo del mar empezaron a crecer las primeras algas que mucho tiempo después serían pasto, otro de los protagonistas indiscutidos en la historia de D10S.
Surgieron antes los primeros animales, los océanos comenzaron a ver moluscos, y más tarde peces que luego (a medida que las plantas extraían más y más dióxido de carbono, con una atmósfera ya habitable) saldrían del agua para conquistar la tierra, conformando el variado reino animal. Esta complejidad de materia yendo en contra de las leyes de la termodinámica, regidas quizás por algo parecido al amor siguieron agrupando vida, complicándose y adaptándose. En uno de los puntos más altos de este camino evolutivo aparecería el mono y los primeros homínidos, y desde allí se desprendería el Australopithecus que con millones de años de perfeccionamiento iba a dar origen al Homo sapiens sapiens, ese homínido bípedo del cual usted, yo y Maradona formamos parte. Aunque está intrincada historia no finaliza aquí, este humano ya consciente de sí mismo pudo extinguirse mucho antes de crear todo lo que hoy vemos.
En la última glaciación, comenzada hace 110.000 años y finalizada hace tan solo 12.000, el número de habitantes bajó drásticamente, incluso algunos cálculos estiman que el planeta no albergaba más de 15 mil humanos. Si esos pocos habitantes no se aferraban a la vida, si no tenían la convicción, el deseo nato de vivir, crecer y desafiar lo preestablecido no lo hubieran logrado y ni usted, ni yo, ni Diego estaríamos aquí. En esos acontecimientos extremos se forjó nuestro carácter, ese que hoy llevamos inscriptos en el ADN, esa búsqueda de superación que más que afloraba en él.
Destino
Superada la última era del hielo proliferaron las civilizaciones, las tasas de natalidad se dispararon como también la expectativa de vida. Gracias al descubrimiento de la agricultura el hombre comenzó a tener tiempo libre por primera vez en su historia, así fue como surgió, en algún lugar o en varios a la vez, que dos hombres o dos mujeres, buscando hacer pasar el tiempo comenzaron pateando un objeto esférico, parecido a lo que hoy llamamos pelota, y sin saberlo crearon el último Big Bang. Este deporte también se expandiría desenfrenadamente hasta volverse imparable. De la mano del Imperio Inglés, a fines de 1800, el fútbol recorrería el mundo para unirlo en un solo grito sagrado: gol.
Este juego no distinguiría raza, religión ni color, lo jugarían dominados y dominadores, e incluso jugarían entre ellos. Así, de tanto en tanto, los dominados serían al menos por un rato dominadores. En ese momento, el mundo comenzaba a organizarse en naciones, algunas poderosas y que ejercerían de formas devastadoras su hegemonía.
El 30 de octubre de 1960, en un país subdesarrollado, en el corazón de una de sus villas más humildes, en el seno de una familia de clase baja que sólo se permitía comer carne los 4 de cada mes, cuando su padre cobraba el salario nacería Diego Armando Maradona, el quinto de 8 hermanos. Este niño, que si hubiera nacido en la casa de al lado (por estadística) habría sido constructor, quizás kiosquero o changarín, en esta historia, siguiendo con el devenir de las causalidades, alguien le acercó una pelota y automáticamente, este pibe se enamoró. Quién sabe qué le habrá visto, quizás proyectó allí amor, pan y gloria, esos tres motores del universo, de este universo en el que fue creado o que, quizás, fue creado para él.
Rápidamente ingresó en las inferiores de Argentinos Juniors, y debutó unos meses más tarde. Al mismo tiempo que el comenzaba a jugar el Campeonato Metropolitano de 1976, Argentina comenzaba a escribir sus páginas más oscuras con la irrupción de una dictadura cívico-militar.
Pelusa comenzaría a repartir magia, llenar de alegría todas las canchas que visitaba, comenzaba a crecer como mito consagrándose como goleador del torneo argentino en 5 ocasiones consecutivas entre 1978 y 1980, récord que aún ostenta.
Sus vetas de rebeldía y pasión comenzaba a aflorar, no solamente en la cancha. Finalizado su contrato con el Bicho recibió propuestas de clubes como el América de Cali y el Sheffield United inglés. Incluso, la mejor oferta que le llegó fue la de River Plate que sin dudarlo rechazó en nombre de su gran amor: Boca Juniors. Aunque el club de la ribera estaba en peores condiciones económicas en aquel entonces, él fue a préstamo hasta 1982, ganando ese año su único torneo de fútbol argentino.
Luego emigraría a Barcelona, donde iba a vivir un pasaje no tan glorioso que haría de antesala a sus mejores años futbolísticos. Ese mismo año, la Dictadura Argentina decidió invadir las Islas Malvinas iniciando una guerra sin sentido con un costo de 650 muertos argentinos y 255 ingleses. Todos estos sucesos crearían el contexto más propicio para desplegar su obra maestra.
Pero antes le tocaba firmar con el Nápoli SC, un club chico del sur pobre de Italia que esa misma temporada peleaba por no descender. El Pibe de Oro haría que en las dos siguientes el club finalice 8º (1984) y 3º (1985-86). Con esta escuadra lograría hazañas imposibles, y le haría creer a un pueblo siempre diezmado y con sensación de impotencia, que ellos también podían. Con su capitanía se harían del primer Scudetto en la temporada 87-88, con la Copa de la UEFA en la 88-89 para luego repetir Scudetto en la 90-91.
Creación
Sin embargo, su mágnum opus sería el Mundial de 1986 disputado en México. Regresando a las causalidades, a las coincidencias, Argentina e Inglaterra volverían a enfrentarse en los Cuartos de Final. El marco era imponente, el partido era el más importante de la historia para ambas naciones, porque, aunque sus integrantes afirmaban que era solo un partido de fútbol, todos estaban de acuerdo que en el fondo era mucho más. En el fondo cada equipo jugaría con una guerra en mente. En el fondo era una lucha geopolítica, de ideales, de dominados contra dominadores. Y como siempre, los dominadores son pocos, pero, pero muy poderosos y los dominados somos el resto, con la costumbre de quedarnos ahí nomás de la victoria.
Esa tarde, Diego Armando se pondría en su espalda la 10, las esperanzas de 30 millones de argentinos y la ilusión de todos los habitantes del mundo que alguna vez se sintieron inferiores, subalternos o reprimidos. Diego estaba también cargando con el peso de un contexto que había tardado 13.700.000.000 de años en forjarse y que ahí lo estaba esperando a él. Como salido de un cómic, como una historia de superhéroe, como si de un guion se tratase, el más chiquito de todos los argentinos, esa tarde se hizo enorme y fue amo y señor de las acciones.
En el minuto 51 rompería con las leyes de la física, para saltar más allá de lo permitido, y con las leyes del fútbol, para poner su puño en el cielo, pero abrazando el perdón de lo divino, por robarle de forma poética y tomar revancha simbólica contra los que no habían sido nada poéticos ni simbólicos, ni honestos.
Tan solo 4 minutos después de esa creación, Maradona volvió a buscar la pelota, esta vez en la mitad de cancha… Allí la pisó y como releyendo la historia a contramano o haciendo una metáfora de quien era y quien sería, segundos después de haber tocado el cielo con la mano, sus pies le abrieron paso al infierno. Allí vio el Caos y sin dudarlo hizo el pacto. Se entregó a ese padre creador que nacería con el comienzo de los tiempos. Aceptando las consecuencias, firmó todas las cláusulas con tal de darnos el mejor gol de la historia. Desde ese día y para el resto de su historia, ese sería el denominador común que lo iba a hacer imparable dentro y fuera de las canchas.
Así fue como Diego, dejó en claro que su único objetivo siempre fue dibujarle una mueca de alegría a nuestro pueblo con forma de pelota. Con ese gesto, supo ponerle alas a quienes no tenían ni techo. Así fue como D10S, el único humano de todos los Dioses, nos enseñó que soñar y lograrlo son dos verbos que pueden escribirse en una misma oración.